Date: Sun, 20 Jun 2010
Juan Jorge Jaeckel
Hola:
Ha pasado mucho tiempo desde mi ultima crónica, pero cuando uno esta viajando es muy poco el tiempo que le queda para escribir. Ahora, de regreso a Bogotá y después de dormir en excelentes camas de barcos y hoteles, tengo que admitir que es rico volver a la cama propia.... por lo menos por unos días.
Mis ultimas notas tuvieron que ver con el Golfo Pérsico. Después de eso subimos a un barco que nos llevó por el Mar Rojo y el Canal de Suez hasta Barcelona. De ahí volamos a Viena donde alquilamos un carro y paseamos por todo Austria. Según la factura de Hertz cubrimos 3.312 kilómetros en 26 días.
No voy a describir a Barcelona, o a Viena, o a Salzburgo, que son destinos por los cuales muchos han pasado y sobre los cuales se han escrito muchas excelentes guías. Me voy a limitar a comentar nuestras experiencias en lo que mas nos gusta hacer: explorar, comer bien y asistir a espectáculos. Voy a hablar solo de lo que mas nos gusto entre lo que vimos, sin pretender que sean ni únicas ni lo mejor.
Empiezo por Barcelona por donde hemos pasado muchas veces y cada vez le descubrimos un nuevo encanto (muchos nuevos encantos, para ser mas preciso). Empecemos por donde nos alojamos:
Yarka y yo tenemos fascinación por los hoteles grande dame, esas reliquias de hace 80, 100, 120 y mas años, que siguen funcionando como oasis de un pasado menos funcional pero mas espléndido. Lo malo es que la mayoría, por lujosos, resultan ser muy caros. Unos de esos grande dames es el Hotel Palace de Barcelona, (Gran Vía de les Corts Catalanes 668, teléfono 93-510-1130, http://www.hotelpalacebarcelona.com ) inaugurado en 1919 como el Ritz Palace, y que acaba de ser restaurado a su elegancia original, agregándole plomería y circuitos eléctricos y electrónicos state of the art . Supongo que con la restauración dejo el "Ritz" para evitar confusión con el Ritz Carlton, otro hotel de cinco estrellas en Barcelona).
El Palace es un hotel impactante, con servicio impecable, en una extraordinaria ubicación en el Distrito del Ensanche, sobre la Gran Via de les Corts, a tres cuadras del Paseo de Gracia, y a distancia de caminar a la mayoría de los sitios que uno quiere visitar, inclusive en el Barrio Gótico. Considerando lo lujoso que es el hotel, lo que nos cobraron por alojamiento, menos de 200 Euros, nos parecieron bastante razonable (ojalá dure y no sea solo porque apenas están terminando la restauración); no así los precios de comidas y bebidas, pero eso no es problema porque está rodeado de restaurantes y Barcelona es una de esas ciudades donde uno puede entrar en cualquier portón y comer maravillosamente.
Y un portón cualquiera es exactamente el caso del que será de ahora en adelante mi restaurante favorito en Barcelona: se llama El Passadis del Pep.. Supe de él por mi sobrino Tomas (Tommy) Seibert que vive en Viena pero que hizo estudios avanzados en Barcelona. Cuando Tommy me lo recomendó le dije que nos tomaríamos una copa de vino en su nombre. El me contesto que eso iba a ser muy difícil porque el Passadis funciona con cava. Y así es: cuando uno se sienta le abren a uno su botella de cava y le mantienen la flauta permanentemente llena..... me recordó el fabuloso brunch del Swisshotel de Beijing que anunciaban con "caviar, oysters and free flowing champagne" (no se si todavía existe).
El Passadis del Pep ( www.passadis.com , Pla de Palau # 2, teléfono 93-310-1021) es dificil de encontrar porque no tiene aviso a la calle. En la dirección es el portón que da entrada a un antiguo edificio de vivienda y a un largo corredor (ahí uno dice "Ahh! .... ese debe ser el tal passadis!") que lleva a los varios salones del restaurante que son amplios, en varios niveles y decorados agradable y rústicamente. Camino a su mesa uno pasa por la gran cocina abierta que genera apetitosos aromas. Cuando ha tomado la primera flauta de cava uno pide la carta y encuentra que no existe. Si uno lo exige, el mesero le nombra algunos platos, pero propone que si no tenemos alergias o aversiones psiquicas a ciertos alimentos, mas bien dejemos que el chef nos envíe lo que vaya creando, lo cual nos pareció muy sensato. Ese memorable día el chef estaba inspirado por el mar y el mesero nos trajo no se cuantos pequeños pasos, todos deliciosos, cuidando siempre que las flautas estuvieran llenas. Cuando le pedimos que parara pregunto si queríamos pasarnos a carnes o aves. La respuesta obviamente fue no. De postre nos trajo Crema Catalana y luego puso sobre la mesa varias botellas de licor para que escogiéramos y nos sirviéramos. La cuenta, considerando la calidad, variedad y cantidad servida nos pareció razonable, especialmente considerando que la cava y los licores, ambos free flowing, son cortesía de la casa.
Una de nuestras grandes aficiones son los espectáculos y Barcelona tiene una de las grandes casa de opera del viejo continente, el Gran Teatro del Liceo. Desafortunadamente en los pocos días que estuvimos no coincidimos con ninguna ópera (nuestra estadía estuvo entre El Caballero de la Rosa y La Dama de Picas) pero si tuvimos oportunidad de comer en el Circulo del Liceo, (La Rambla 59, http://www.circulodelliceo.es ), un club que desde 1847 agrupa melómanos y tiene su sede en el mismo teatro y mantiene canjes con algunos clubes colombianos. La comida que es tradicional catalana, es muy sabrosa, el servicio es excelente, los precios muy razonables - como corresponde a un club – pero lo que lo hace extraordinario, fuera de su ubicación dentro del Liceo es que sus salones y comedores conservan el mas autentico modernismo catalán preservado en sus mas mínimos detalles; uno siente que ha dado un gran salto 100 años atrás. Lo único que han cambiado es la iluminación que permite apreciar en toda su magnificencia la gran cantidad de obras de arte que adornan los salones.
Aunque no pudimos ver ópera en el Teatro del Liceo, vimos Opera y Flamenco, un espectáculo que se presenta esporádicamente en el Palau de la Musica Catalana, (Palau de la Musica 2, http://www.palaumusica.org ) una sala de concierto que es un espectáculo por si sola. Es tan espectacular que Opera y Flamenco, una combinación de cantaores y músicos flamencos, dos excelentes bailarines y un tenor y una soprano operáticos de poca monta, me pasaron completamente desapercibidos. Yo quede embelesado por la sala que absolutamente atiborrada de cerámicas, vitrales, figuras, azulejos y cuanta cosa se le pudo ocurrir a Domenech, uno de los arquitectos que con el genial Guadi, y Puig, Sagnier, Pujol y otros tantos le dieron a Barcelona ese aspecto que la hace única. El Palau de la Musica, aparte de ser una obra maestra del modernismo es una sala de conciertos por la que han pasado todas la grandes figuras de la música desde 1908 hasta hoy.
Y Opera y Flamenco? Es una curiosidad histórica que como tantas cosas en el mundo se debe a una trampa tributaria: resulta que en España en la primera mitad del Siglo XX las óperas y los conciertos tributaban 3% de la taquilla mientras que los espectáculos de variedades tributaban 10%. Un ingenioso promotor le añadió un cantante operático a su espectáculo flamenco y llamo su espectáculo "opera". Otros lo siguieron y así surgió una nueva forma de arte, la "ópera flamenca". Lo que vimos es una reposición en homenaje a esa forma de presentar shows evadiendo antipáticos impuestos.
Voy a cortar aquí y cuando me haya puesto al día con el cerro de papeles (principalmente cuentas) que llegaron durante el viaje, tratare de hacer una crónica sobre Austria... y como Yarka y yo nos hemos vuelto muy aficionados a los viajes en barco, algún día, cuando haya puesto en orden mis ideas, quiero escribir opiniones muy personales sobre lo bueno, lo malo y lo feo de los cruceros.
Un cordial abrazo,
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