Date: Thu, 9 Jun 2011
Hola:
Ahora si, las buenas noticias de nuestro crucero con nuestros nietos. Para decir la verdad, aparte del contratiempo que nos causó la cancelación del vuelo de regreso a Bogotá en American que nos demoró dos días completos - mas uno más buscando mi maleta - todo lo demás funcionó divinamente.
Salimos de Bogotá el jueves 19 en vuelo directo de Avianca a Fort Lauderdale, el puerto del que zarpa el Allure of the Seas. Llegamos con tres días de anticipación tal vez presintiendo que podía suceder lo que nos paso al regreso, lo cual, en este caso, hubiera podido equivaler a que nos deje el barco o que estemos una semana sin ropa.
Felipe, Elisabeth y nuestros nietos viajaron con aún mas anticipación porque iban a asistir a un matrimonio en el cual Isaac actuó, con absoluta seriedad y total responsabilidad, como paje portador de las argollas. En estos días los vimos solo un ratico cuando fuimos todos a almorzar en casa de un primo segundo mío en Boca Ratón. Como ni Yarka ni yo somos de playa ni somos compradores, dedicamos nuestro tiempo a explorar algo de la zona.
Como teníamos que comer y no teniamos referencia de ningún restaurante en especial decidimos irnos por algo que, cuando se enteren mis amigos gourmets, podrá será causa de que me repudien de por vida: comimos no en uno sino en tres restaurantes de cadena: Red Lobster, Hooters y Smokey Bones. En mi defensa solo voy a decir que hace unos 30 años cuando Monsieur Jean Valby, el resusitador de la Chaine des Rotissuers en 1950, vino a Bogotá a entronizar los primeros miembros de la Chaine en Colombia, tuve el honor de llevarlo a conocer la Salina de Zipaquira. A la hora del almuerzo me pidió que lo llevara a comer papas saladas en uno de los antiguos hornos de sal. Me dijo que en su larga experiencia, la comida más confiablemente sabrosa que uno puede encontrar cuando está de viaje es la que el país produce. En el caso de los Estados Unidos, en gastronomía lo que el país produce son restaurantes de cadena.
La comida de las cadenas de restaurantes tiene que ser buena y pareja en todos sus locales (de lo contrario no habrían podido formarse la cadena), y estos tienen que ser atractivos, o por lo menos llamativos, para atraer clientes. Y no pueden ser caros porque van dirigidos a un público masivo. Tienen que ser buenos, bonitos y baratos, como dice el baisano. Tienen la ventaja de que no hay que buscarlos: uno se los topa en cualquier momento y en cualquier camino.
Nos topamos con el Red Lobster (http://www.redlobster.com/) que es una cadena especializada en comida de mar con mas de 700 locales en los 50 estados de la Unión. La carta ofrece una gran variedad de pescados y mariscos en preparaciones sencillas y en porciones muy abundantes. Todo lo acompañan con unos deliciosos panecillos de queso (chedar cheese biscuits). Yarka y yo optamos por las colas de langosta; con vino y postre pagamos en total algo más de US$ 60. También comimos en Smokey Bones ( http://www.smokeybones.com/), una pequeña cadena de 70 rusticas pero gigantescas cabañas de troncos en el este de los Estados Unidos, especializadas en parrillas, carnes ahumadas y barbacoas. La carta es muy extensa y variada, y hasta tienen unos pocos pero bien escogidos vinos. Yo opte por unas costillitas de cerdo con una extraordinaria salsa BBQ, y un gran jarro de cerveza (total <US$ 15).
La noche antes de embarcar fuimos al Stage Door Theater en Coral Springs, que es sede de una compañía regional de teatro dedicada a presentar teatro musical. Fuimos a ver una reposición de The Music Man, la comedia musical (1962) de los 76 trombones que dio origen a la exitosa película horriblemente titulada en castellano "Vivir de Ilusión". A pesar de que es un pequeño teatro de menos de 400 butacas ubicado en una remota zona comercial de muy segundo nivel, la presentación fue musical y escénicamente excelente. Me gustaron especialmente la coprotagonista Colleen Amaya, una joven con mucho ángel, talento histriónico y una hermosa voz que le sale de un cuello que tiene al menos dos vértebras de mas, y dos niños Max Greenber y Juliana Carrasco. No me sorprendería encontrar algún día sus nombres en una marquesina en Broadway.
Esa noche comimos en Hooters (http://www.hooters.com/Menu.aspx) no porque yo sea un viejo verde, sino porque a esa hora de la noche no vimos nada mas abierto. Hooters tiene alrededor de 450 restaurantes en los Estados Unidos, y está en 20 países. Me gustaron las meseras y me sorprendió lo que comí: una docena de suculentas ostras sobre hielo (US$ 12) y una libra de patas y dos muelas de cangrejo de Alaska (US$ 13) tan buenas como las mejores que he comido en otros lugares. No se si también las ofrezcan en el Hooters de la Calle 85 entre carreras 11 y 12, pero voy a averiguar.
Pero, tal como me sucede cada vez con mas frecuencia (¿será le edad?), estoy divagando! Esta debe ser una crónica sobre nuestro crucero.
Allure of the Seas, y su gemelo Oasis of the Seas, los dos megabarcos de Royal Caribbean, son por mucho las naves de pasajeros mas grandes que flotan en los mares. Algunos datos generales:
Desplazamiento: 225.000 toneladas. Exceden en 65.000 toneladas los siguientes 3 barcos de la clase Freedom, también de Royal Carribean.
Eslora: 362 metros. Apenas unos metros mas largo que los de la clase Freedom y el Queen Mary 2.
Manga: 67 metros. Esta es la gran diferencia con los demás barcos; es mucho mas ancho, lo que permite que la superestructura a partir del quinto nivel (tiene 18), en vez de ser una, se pueda dividir en dos alas paralelas con espacios abiertos al aire libre entre las dos. Resultan ser dos largos edificios residenciales con balcones, uno frente al otro.
Camarotes: 2704. Esto, por número de habitaciones, lo ubicaria entre los 30 hoteles mas grandes del mundo, 15 de los cuales están en Las Vegas.
Pasajeros: Alrededor de 6300 (dependiendo de ocupaciones triples y cuádruples). El doble de lo usual en barcos catalogados como grandes.
Tripulantes: 2165. Solo le hace falta un buen pastelero.
Podría seguir con muchos datos más, pero estos bastan para que sepas que el Allure of the Seas es un bicho diferente. Con razón en vez de referirse a él como "una ciudad flotante" lo llaman "a floating nation".
El crucero que tomamos estaba completamente lleno, sin embargo el embarque, lo mismo que el desembarque, fue casi como ir caminando: Royal Caribbean construyo un terminal especial para sus megabarcos que permiten un flujo de pasajeros sorprendentemente fluido. La dificultad empieza cuando uno, para orientarse, pide información a los tripulantes que pululan por todos lados. Son 2165, cada uno con funciones muy específicas, entre las cuales no está conocer todos los detalles de esa gigantesca nave. Sin embargo, si uno les pregunta algo, contestan. Lo que dicen es su opinión, no necesariamente un hecho; pero eso uno no lo sabe. Preguntando, por ejemplo, donde queda la camarote 14560, fuimos enviados en 3 direcciones diferentes. La confusión dura hasta que uno descubre que la señalización del barco mediante pantallas interactivas es casi perfecta y en vez de preguntar, las consulta.
Uno rápidamente entiende que el barco está dividido en vecindarios; una vez que uno se familiariza con unos cuantos de ellos es fácil orientarse. Los mas importantes son los dos que corren entre las alas de la superestructura: el tranquilo Central Park en la cubierta 8, que realmente es un parque con vegetación tropical tan de verdad que ocupa varios jardineros, con almacenes de lujo y restaurantes de alta gama y el agitado Boardwalk en la cubierta 6, que es un paseo entablado como el de las playas, con puestos de comida, restaurantes, carrusel y juegos para niños, que remata en dos muros para escalar y el Aqua Theater, escenario de shows de nado, acrobacia y saltos ornamentales.
Igualmente importante es ubicar el Royal Promenade, una amplia avenida con bares, cafés, almacenes que corre por el centro de la cubierta 5 y es escenario de los desfiles de los personajes de Dreamworks. También hay que ubicar el vecindario de entretenimiento de la cubierta 4: en la proa esta la entrada principal al Amber Theater que tiene un aforo de 1400 espectadores, el Studio B que es la pista de patinaje que acomoda como 600, varios bares, discotecas y el casino. Hacia la popa queda la entrada principal al comedor que por cierto tiene tres pisos.
Las cubierta 15 y 16 son el vecindario de las actividades al aire libre: ahí están el Solarium, 4 piscinas, el acuaparque para niños, múltiples whirlpools, dos simuladores de surf, una cancha de basket adaptable a otros deportes, un minigolf e inclusive una tarabita.
Las camarotes del Allure of the Seas son, con excepción de las suites, prácticamente iguales y tienen alrededor de 17 metros cuadrados; aunque algo mas pequeñas que los de la mayoría de los barcos, resultan cómodos porque están eficientemente distribuidos.
Una vez que uno está instalado en su camarote, empieza a organizarse. Para eso cuenta con un boletín diario de seis páginas en letra menuda que detallan las múltiples opciones tanto para adultos como para niños: comidas, espectáculos, eventos y cuanto acontece en el barco en ese día.
En materia de dónde comer hay 12 opciones sin costo (esto es un decir…. el costo está incluido en el pasaje) que van desde el comedor principal, el restaurante de bufets, hasta heladerías, cafés, y puestos de hamburguesas. En todos la calidad de lo que sirven es buena pero no extraordinaria, con dos excepciones: los postres que son absolutamente rudimentarios y el café que es, para efectos prácticos, impotable. Para mejorarlos hay que ir a una pastelería o a Starbucks, pero ambos tienen costo adicional. También tienen costo los vinos, los licores y las bebidas gaseosas, dondequiera que uno las consuma. Para comer realmente muy bien hay que ir a uno de los restaurantes especializados. Los hay italiano, mexicano, asiático, brasilero tipo rodizio, de steaks y mariscos, vinos y tapas, con menú degustación. Son relativamente pequeños, elegantes, requieren reservación e implican un costo adicional. El servicio en todos los restaurantes, con o sin cargos, es absolutamente impecable, como lo es en todo en el barco.
Las escalas que hicimos fueron tres: Labadee, una playa privada de Royal Caribbean en Haiti, que tiene todo lo que una playa privada para 6000 amantes del sol, pueda requerir; Falmouth, una viejo puerto británico de la época del ron y los esclavos (para mi sin mayor atractivo) y Cozumel, un lugar muy especial para buceadores. También existe la opción de quedarse abordo.
Los espectáculos que ofrece el barco son excelentes: en el Amber Theater presentan completo y en su versión de Broadway, Chicago, el musical de 1975, cuya reposición de 1996 aún se sigue presentando con boletas a US$ 130. En el barco no tiene cargo. Además presentan otro espectáculo, este si original, en que cantantes, bailarines y hasta la escenografía vuelan por los aire. En el Studio B tienen lugar dos shows de patinaje en hielo, tan elaborados como los mejores que se ven en tierra y en el Aquatheater hay shows muy coreografiados a base de saltos ornamentales, nado y acrobacia, un género espectáculo que yo ni conocía. Hay una sala dedicada exclusivamente a comediantes. En discotecas, bares, comedores, piscinas y otros lugares el barco ocupa 40 músicos.
Dicen que una imagen equivale a mil palabras y por eso, en vez de tantas palabras debería mostrar imágenes. De hecho filmé buena parte del barco y del viaje, pero no lo he editado (pero estoy muy dispuesto a mostrar mis películas a quien tenga la paciencia de verlas) por lo cual voy a incluir aquí un link que lleva a una documental hecho por USA Today. Es un poco larga (16 minutos + un comercial), pero visualiza lo que he tratado de describir.
¿Y de los nietos, que? Creo que lo gozaron muchísimo. Un barco de ese tamaño necesariamente tiene que estar dirigido al mercado masivo y eso implica hombres, mujeres y niños…. muchísimos niños. Para tener entretenidos a los guambitos (y a sus abuelos) Royal Caribbean hizo un convenio con Dreamworks que le permite usar todos los exitosos personajes de sus películas en vivo tanto en espectáculos como en eventos, y también paseándose por cubiertas, comedores, pasillos, por todos lados. Ahí están Shrek y su princesa Fiona, el Gato con Botas y el Asno, Po el Kung Fu Panda, toda la fauna de Madagascar, incluyendo a Alex el león, Gloria la hipopótama y los pingüinos. Todos ellos y muchos mas listos a interactuar con los niños y sus abuelos. Vimos a todos los peculiares habitantes de Madagascar hacer un show en el Aqua Theater, desayunamos con Shrek y con Fiona, aprendimos "Como Entrenar a tu Dragón" sobre hielo, los vimos desfilar por todo el Royal Promenade, los saludamos, nos abrazaron y nos fotografiamos con ellos.
Como los niños tienen una gran atracción por el agua, sobre todo si se puede saltar y salpicar libremente, Isaac y Daniel la pasaron de primera en el acuaparque. También gozaron la playa de Labadee donde Felipe les enseño el arte de construir castillos de arena. Siempre fue difícil convencer a Daniel (<2 años) de que se tenía que vestir. Las noches en que con Felipe y Elisabeth íbamos a teatro, Isaac las pasaba charlando con su baby sitter peruana.
Podría seguir haciendo remembranza de lo mucho que disfrutamos, pero baste con decir que en mi ponderada opinión, llevar a los nietos a un crucero es para ellos una gran diversión y para los abuelos una fábrica de recuerdos inolvidables.
Un abrazo,
Juan Jorge Jaeckel
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