Sunday, August 14, 2011

EGIPTO 2010 Segunda Etapa

Date: Fri, 12 Mar 2010


Hola:

Estamos de regreso de la segunda etapa de nuestro periplo por Egipto. Habíamos determinado que para conocer el país teníamos que haber vivido el desierto; al fin y al cabo Egipto es un país desértico. Por eso decidimos conocer un  oasis y dormir en el desierto,

Yarka, con su usual meticulosidad, estableció que el oasis mas cercano a Cairo (y ojo, solo hay cinco en todo el Desierto Occidental que cubre 70% de  Egipto!) es El-Waha el-Bahariya, o simplemente Bahariya, que  fue el que seleccionamos.

La idea que yo tenía de oasis era totalmente equivocada: pensaba que oasis es como un espejismo: unas cuantas palmas de dátiles, una mínima laguna muy azul, un poco de hierba muy verde y cuatro camellos guiados por dos beduinos (los habitantes del desierto), todos tomando agua para continuar al próximo oasis. La cosa es muy distinta: Bahariya tiene alrededor de 2.000 kilómetros cuadrados entre lagunas, zonas agrícolas muy fértiles, áreas áridas y varios poblados, el mas grande de los cuales, Bawiti,  tiene como 20.000 habitantes, la mayoría de los cuales viven de puestos públicos, de pequeños cultivos o de prestarles servicios y venderles chucherías a los turistas.

Bawiti queda a 380 kilómetros de Cairo por una larga y recta carretera cuya monotonía solo se interrumpe con una parada en la única tienda que hay en todo el camino: vende gaseosas y tiene unos baños muy primitivos que son un gran  alivio (ahí comprendí porque los gringos los llaman rest rooms.)

En esos casi 400 kilómetros no encontramos ni un solo hueco: eso es 8 huecos menos de los que hay en la calle 77 - la de mi casa - entre la carera 11 y la carrera séptima.

Bawiti es hoy un pueblo estrato 2 de casas de techo plano construidas casi todas con ladrillos de barro tostados en el sol. Es muy primitivo y desordenado pero no siempre fue así. Su historia que se remonta a tiempos pre-faraónicos indica que hace dos y tres milenios fue productivo y muy  rico. Llegó a su mayor esplendor en la época de Alejandro Magno, a quien construyeron un gran templo, y en la época romana en que proveía a Roma de granos y vinos. Fuera del Templo de Alejandro y las renombradas Momias Doradas descubiertas en 1996 hay tres sitios arqueológicos mas. Desafortunadamente todos están mal exhibidos y pésimamente mantenidos.

En Bawiti queda el International Hot Spring Hotel, operado por Peter Wirth, un alemán quien con su esposa japonesa también organiza expediciones al desierto (www.whitedeserttours.com). Fue con ellos con quienes montamos la nuestra. Peter nos recomendó dedicar el primer día a conocer los sitios arqueológicos y el oasis, y el segundo a viajar en el desierto, conocer el Desierto Negro y la Montaña de Cristal, y pasar la noche en el Desierto Blanco.

Para el efecto nos consiguió un SUV con tracción en sus 4 ruedas (requisito para salir de la carretera y entrar al desierto), un guía turístico, un chef, un armador de campamentos, un chofer y un experto navegante en desiertos, todos en la persona de Magdy Ali Ahmed, geólogo beduino que dedica los inviernos (octubre a abril) a llevar turistas al desierto, El sostiene que eso es mas lucrativo que ejercer su profesión todo el año. Magdy, quien habla perfecto ingles, no solo es un excelente guía: es gran conversador y un excelente cocinero. Esto es casi tan importante como su sapiencia porque él cocinó lo que almorzamos, comimos y desayunamos en el desierto.

El desierto viene con muchos matices y por eso resulto buenísimo que nuestro guía fuera geólogo, puesto que nos explico con real conocimiento, claramente  y en gran detalle porque el Desierto Negro es negro (basalto), porque el Desierto Blanco es blanco (pierdra caliza) y porque la Montaña de Cristal es como es (cuarzo). Pero no voy a entrar en esos complicados temas: el website de Peter tiene fotos y Wikipedia tiene informaciones que lo hacen muy bien. Me voy a limitar a dar nuestras impresiones:

Para entender la fascinación que tiene el desierto para tantos no beduinos hay que experimentarlo. Es algo desconcertante por su dimensión, su soledad y las diferentes formas en que se presenta. Es hipnótico. En mi apreciación tiene cuatro componentes: arenas que lo cubren casi por completo, rocas que hace de base y a veces de montes y cerros, vientos que moldean la arena y las rocas, y moscos que son una peste que sale con el sol y afortunadamente desaparecen cuando anochece.

Para acampar Magdy escogió un sitio en el Desierto Blanco rodeado de cientos de figuras de piedra caliza absolutamente blanca, en formas y alturas muy variadas y caprichosas y totalmente diferentes la una de la otra. Cuando uno las mira empieza a encontrarles parecidos: un hongo de 15 metros de alto, un pollito de 6, un elefante de 30, una mesa, un rebaño de camellos, la cara del señor narigón que vive en el séptimo piso. En fin, con un poco de imaginación uno encuentra de todo. En partes la piedra caliza que también forma el piso rocoso de toda esa área, esta libre de arena y se ve como un campo nevado o una salina terrestre.

Es un panorama insólito, algo que nunca habíamos siquiera imaginado..... un paisaje sicodélico (recuerdas esa palabrita?) lindísimo que nos mantuvo absortos todo el tiempo que requirió Magdy para armar el campamento que consta de  "sala-comedor"  alfombrado sobre  la arena y paredes de una colorida tela con dibujos arabescos templada para contener el viento, carpas y cocina,  y para preparar la comida.

Yo encontré tres grandes diferencias entre la ciudad y el desierto: el sonido que se oye no es de pitos y motores sino el sonido del silencio; el aire que se respira no esta mezclado con  gas carbónico pero ocasionalmente, cuando hay fuerte viento, con polvillo de arena; y las luces que se ven de noche en el cielo están quietas porque no son aviones sino estrellas.

Y esto me trae a lo mas espectacular del desierto: la noche. Cuando se pone el sol, lo cual de por si es un espectáculo, repentinamente se prenden las estrellas como si alguien hubiera prendido un switch. Como no hay otras  luces que interfieran, son miles de miles; las mas son brillantes, otras son tenues y las hay que titilan A eso agrégale una que otra galaxia. Es un show que va de horizonte a horizonte y hace que uno realmente sienta lo infinito que es el espacio.

Así es la Noche de Estrellas en el Desierto. Es tan espectacular que Yarka y yo resolvimos olvidarnos de la carpa y dormir a cielo abierto.

Eso tuvo su compensación: a la una y media de la mañana salió la luna: el desierto se iluminó con su luz y fue como si alguien hubiera apagado el switch de las estrellas, solo quedaron prendidas las mas brillantes. Ya no necesitábamos linterna para buscar algo, mirar el reloj o caminar. La luz de la luna en el blanco desierto daba una rara y hermosas luminosidad que nunca antes habíamos visto. Esa es la Noche de Luna en el Desierto.

Si uno acampa en menguante o en creciente puede disfrutar ambas noches en una misma noche.

Las noches en  el desierto son frías (en nuestra noche bajó a 8 grados) pero eso se resuelve fácilmente con cobijas. Lo que mas se enfría son los pies porque uno anda descalzo para no llenar de arena la alfombra de la "sala-comedor" y menos la carpa, si es que uno la usa. Pero hay algo curioso con la arena: como es muy fina y muy seca no se pega como si lo hace la arena de playa. Cae con solo sacudir ligeramente los pies.

Cuando pasa la noche llega el amanecer que es tan espectacular como atardecer pero al revez. Desafortunadamente viene acompañado de los moscos que están ansiosos de participar del desayuno.

Después del desayuno, mientras Magdy desmontaba el campamento, nosotros paseamos por los alrededores y vimos que la arena toma nota de todo lo que sucede. Encontramos huellas de todas nuestras caminadas, pero algo mas: huellas del zorro del desierto. No hablo del general Rommel, sino de un pequeño animal nocturno con grandes orejas y frondosa cola que dejo sus menudas huellas por todas partes, en la cocina, alrededor de la alfombra, y hasta debajo del SUV. Juzgando por la abundancia de huellas, investigó detalladamente nuestro campamento durante toda la noche. En un momento dado lo vimos cuando trataba de llevarse el talego de la basura. 

A media mañana iniciamos el regreso con el que también llego la mejor parte de todo camping: una abundante ducha caliente y el goce de todos los avances de la plomería sanitaria contemporánea. Así era hace 35 años cuando aprovechaba los puentes para acampar con los niños Jaeckel, Gómez, Sanint, Dela Espriella, Barraquer, Bermúdez, Urrutia y sus respectivos papas, y así sigue siendo en el Siglo XXI.....  y será por los siglos de los siglos. Amén.

Juan Jorge Jaeckel 




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