Date: Tue, 30 Aug 2011
Hola:
Decía en mi más reciente crónica que en Bogotá abundan los restaurantes y los espectáculos. Así es y por eso amo esta ciudad. Pero hay que tener en cuenta que con los espectáculos uno está expuesto a los mismos riesgos que con la gastronomía: "sometimes you win, and sometimes you loose". Generalmente a uno le va bien, pero ocasionalmente no… y ese pequeño riesgo es parte de la diversión.
El sábado pasado asistimos a la reapertura del Teatro Roberto Arias Perez, Colsubsidio (no Colseguros, mi lapsus linguae escrito en esa nota), el cual fue refaccionado durante el tiempo que iba a estar prácticamente incomunicado por las obras de la Calle 26 (la refacción, que duro mas de cinco meses, culminó pero la obras – una colaboración entre los hermanos Moreno y los primos Nulle - aún están a medio camino). Para la ocasión Colsubsidio decidió repetir el programa con que estrenaron el teatro el 7 de Mayo, 1981, un evento al cual tuve el privilegio de asistir. Lo recuerdo muy bien: ante todo por la Novena Sinfonía, Coral, de Beethoven impecablemente tocada por la Orquesta Sinfónica de Colombia, dirigida en ese entonces por Daniel Lipton (si no me equivoco). Algunos decían que demostraba la buena acústica de la sala (que lo es), sin tener en cuenta que la Novena Sinfonía suena perfecta en la Plaza de Bolívar! Y también la recuerdo por los pasabocas servidos en la recepción inaugural, tan buenos que otros aseguraban que el doctor Arias Pérez, perfeccionista que es, personalmente los había inspeccionado y aprobado uno a uno. Ese evento, hace 30 años, fue inolvidable.
Para la reapertura del teatro, la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia (OSNC) fue dirigida por Baldur Brönnimann, su actual Director Titular, contratado hace dos años con la misión de traer la OSNC al mundo contemporáneo. Algunos de los efectos se vieron muy pronto: los conciertos de las temporadas de Colsubsidio en que cada programa de viernes se repetía el sábado (ambas presentaciones generalmente bastante llenas), con la "contemporanización" se redujeron a una sola (con la sala medio llena – o medio vacía, según se mire), aunque tengo que admitir que algunos programas con obras poco conocidas y de mínima taquilla me resultaron interesante.
Aquí la pregunta es si la función de una orquesta sinfónica Nacional es llevar la música "culta" (sigo con el problemita de esta palabra y en espera de sugerencias para sustituirla) a las mayor audiencia posible o si es llevarle novedades a los que ya la conocen la música culta. Yo, que formo parte del vasto vulgo sediento de música y no del selecto grupo de amplios conocedores, me inclino por la primera.
El sábado fui testigo de más aspectos de "contemporanización" de la OSNC: los músicos dejaron de usar el tradicional frac que recuerdo desde cuando la dirigía el maestro Guillermo Espinosa en los años 40"s; lo cambiaron por un mas actual traje de calle oscuro con camisa blanca y corbata "al gusto" (las vi de todas las pintas, excepto, talvez, la de Mickey Mouse).
La Sinfonía Coral de Beethoven es larga, tan larga que cuando los ingenieros que crearon el formato CD se reunieron para definir la duración máxima que debía tener el disco, decidieron que debía ser suficiente para que la Coral cupiera en una cara y optaron por 74 minutos: la mayoría de las grabaciones están alrededor de los 68 o 70 minutos, aunque hay registro de una versión de la Filarmónica de Viena con Placido Domingo y Jessey Norman, dirigida por Karl Böhm - no cualquieras pelagatos - en 1981, que duró 79 minutos y con las nuevas tecnologías también cabría en un CD.
No tomé el tiempo exacto que duró la Novena Sinfonía del sábado, pero noté que empezó a las 8:18 p.m. y desde los primeros compases tuve la impresión de que el Maestro Brönnimann estaba de afán. Cuando llegamos al parqueadero eran las 9:27 p.m. Debió haber durado 60 minutos, minuto más, minuto menos. Aparte del Vals del Minuto, la música tocada de afán pierde majestuosidad: nada al trote luce grandioso.
Entiendo perfectamente que la función del director de orquesta es interpretar la partitura, pero creo que eso tiene límites, y en este caso creo que el Maestro los excedió. También entiendo que lo contemporáneo es rápido, pero "you should not mess with Beethoven!", por lo menos no tanto. Y no es que yo sea cavernario y me oponga a cualquier cambio: recuerdo con entusiasmo las temporadas cuando el Director Titular era Dmitri Manolov, un hombre que hizo programaciones muy innovadoras, ingeniosas, y que atraían mucho público. Para mencionar solo dos: la versión escénica de Carmina Burana y el Satíricon Sinfónico con Heriberto de la Calle (alias Jaime Garzón), ambos presentados dos veces en Colsubsidio en 1998, con salas a reventar.
En la Sinfonía Coral las voces son esenciales. La Sociedad Coral Santa Cecilia estuvo estupenda, pero eso no es sorpresa porque en materia de coros en Colombia siempre nos lucimos. Si me pareció que por el trote al que la llevaban, terminó jadeando. Los solistas fueron cuatro cantantes jóvenes: una soprano norteamericana, docente en Bogotá, que me gusto. Los otros tres, un buen bajo, un tenor con linda voz que no pasaba de la octava fila de la platea y una mezzosoprano, fueron traídos de Argentina. Me pregunto: no hay en Colombia quienes pudieran haberlo cantado igualmente bien?
En resumen, por primera vez en la vida la Novena Sinfonía de Beethoven NO me gustó; creo que en eso de "contemporanización" hay que andar con mucho cuidado: corremos el riesgo de que en Bogotá, con nuestras orquestas, nos pase lo mismo que le ha pasado a tantas ciudades europeas con sus casas de opera: dizque para mantenerse al día crearon un subgénero de opera muy contemporáneo que Manuel Drezner – decano de la crítica musical colombiana – llama "Euro Trash". Ojala que con el tiempo NO lleguemos a conciertos de "Bogotá Junk" ..… y que todos – no solo los más "actualizados" - sigamos disfrutando de nuestras buenas orquestas de música "culta" (ayuda, por favor, con esta palabrita!)
Un abrazo,
Juan Jorge Jaeckel
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