Date: Fri, 9 Sep 2011
Julia y El Árabe y Divorcio Express
Hola:
El título de esta crónica no es el nombre de una novela rosa y el de su continuación. Son los nombres de dos restaurantes relativamente nuevos que conocimos en la Zona G y el de una divertida comedia que vimos recientemente. Vamos por partes:
Julia (Carrera 5 No. 69A-19, Teléfono 348-2835) es una pizzería que conocimos porque a ella nos encaminó Vicente Carvajal, un gourmet especializado en encontrar lugares diferentes. A el debemos haber conocido tanto Nueve como El Cielo, ambos únicos, memorables y fuera de los parámetros usuales. Igual describiría a Julia: está ubicada en un estrecho corredor de elevados muros entre dos casas. A un lado del corredor hay una alta estantería llena de vinos italianos. Al otro están las 5 o 6 mesas que conforman el comedor. Al fondo, en lo que debió ser el patio de una de las casas, queda una barra con 4 puestos, un pequeño horno de leña y una mesa de cocina.
Con tan pocos elementos, la carta de Julia necesariamente es limitada: unos cuantos antipasti, ensaladas, pizzas y vinos, estos si en una gran variedad. Eso no quiere decir que no sea interesante. Por lo contrario: es original y de un nivel gastronómico muy superior al que uno generalmente encuentra en una pizzería. Al fin y al cabo Julia es obra de Camilo Giraldo, el chef de Emilia Romagna, uno de los mejores y mas serios restaurantes italianos de Bogotá. Cada platillo tiene un sabor marcado y definido. A nosotros nos fue muy bien: pedimos varios antipasti y ensaladas, una pizza, un postre (también una pizza, esta de ricotta), y varios vinos diferentes por copas: comimos muy sabroso y nos divertimos probando tan variados sabores.
Los que atienden son muy amables y saben su oficio, pero hay que ir con paciencia porque todo es preparado al pedido. Y conviene llamar antes para reservar porque el sitio es pequeño y ya se regó la voz de que es muy bueno. Tiene una ventaja adicional: abre todos los días de la semana y nunca cierra antes de las 10:00 p.m.
En la Escala de Zagat (de 1= pésimo a 30 = absoluta perfección) lo calificaría Comida: 25; Ambiente: 23; Servicio: 24; Precio: Razonable. En la Escala de Jaeckel (Categorías A: no debí haber ido; B: fui y no pasó nada; C: fui y podría volver; D: uno de mis favoritos), lo pongo una C, porque nos gustó y vamos a volver.
El Árabe (Calle 69 A No. 6-41, Teléfonos 310-5102 y 3105209) es la recién abierta sucursal en Bogotá del conocido Restaurante El Árabe de Barranquilla , y estaba haciendo falta porque aparte de El Khalifa, en Bogotá son pocas las posibilidades de encontrar cocina libanesa servida a manteles. Sí, hay mucha comida árabe, pero está principalmente en las plazas de comida de los centros comerciales y en restaurantes populares. El Árabe es grande: ocupa toda una casa readaptada en un blanco y sobrio estilo minimalista, libre de los toques folklóricos que generalmente aquejan a los restaurantes étnicos. El único toque árabe está en los techos, pero apenas decora, no agobia. La planta baja con su amplia terraza a la calle, su fuente, su fuego y su amplio comedor es muy linda, pero de noche yo prefiero el segundo piso que es del mismo estilo, pero mas calientico.
La cocina y la carta de El Árabe en Bogotá son las mismas del restaurante Barranquillero. Para asegurarlo trajeron a la chef Samya Cure Mattar, una jovencita de 24 años, tan linda que uno la imagina mas fácilmente desfilando en una tarima que vigilando ollas en un fogón, cosa que viene haciendo desde hace años en Barranquilla. Su arte lo heredó de su madre, de su tía y de su abuela. Lo que ofrece es lo tradicional de la cocina costeña libanesa. Lo que más me gustó fue el Kibbeh – o quipe – crudo. El servicio me pareció excelente.
En la Escala de Zagat El Árabe quedaría con Comida: 22; Ambiente: 23; Servicio: 25; Precio: Muy al estilo de la Zona G. En la Escala de Jaeckel lo pongo en Categoría C: una buena alternativa para cuando tenga antojos de comida libanesa.
Y ahora pasemos a otro tema. En Bogotá tenemos funcionando simultáneamente al menos tres dinastías teatrales: las que iniciaron Bernardo Romero Lozano (radioteatros y teleteatros de la Radio Nacional y la Televisora Nacional), Victor Mallarino (el Maistro Otoniel Contreras, Hogar Dulce Hogar y mi favorito: Los Pregones de Bogotá), y Carlos Benjumea (El Taxista Millonario, La Casa del Gordo). Hijos de los tres siguieron sus pasos en las tablas y en televisión , y en el caso de Romero, ya van en la tercera generación.
En el Teatro Fanny Mickey (ex-Nacional, Calle 71 # 10-25, Teléfono 217-4577) vimos hace apenas dos meses Confussas, una comedia presentada por la dinastía Benjumea. Ahora están presentando Divorcio Express, escrita por Adriana Romero protagonizada por Rodrigo Candamill, su esposo, por esa gran actriz que es Judy Henriquez, su mamá, y por ella misma.
La trama es simple: una pareja quiere divorciarse aprovechando la ley que permite hacerlo de común acuerdo en una notaría, pero encuentran una sagaz notaria que con su secretario (Cesar Alvarez) enredan las cosas. La mecánica que es muy sencilla demuestra la destreza de Adriana – hija y discípula de Bernardo Romero Pereiro, el prematuramente desaparecido actor, director y guionista de mas de 30 telenovelas y seriados – en el arte de escribir libretos: los personajes exponen sus argumentos con "Sabiduría Convencional" (verdades obvias que no requieren demostración), que suben como balones de helio, solo para ser inmediatamente pinchados por otra sabiduría convencional. El efecto es comedia rápida y disparatada que tiene el público riendo por una hora y media. Si en teatro aplicara la Escala de Jaeckel, la pondría en Categoría C: nos gustó y la recomendamos para pasar un buen rato.
Solo falta que el Teatro Fanny Mickey, para cerrar con broche de oro este año, también presente una obra con la dinastía Mallarino (Victor, Helena y María Angélica).
Cordialmente,
Juan Jorge Jaeckel
P.D. Cada vez es más refinado el idioma bogotano: hace unos días, en un parqueadero, le pregunté al primer dependiente que vi donde quedaba la ventanilla para pagar la escandalosa tarifa. Su respuesta fue: "colóquese en esa fila para que le colaboren". Que elegancia! Cómo se sofistica nuestro modo de hablar!
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