Date: Fri, 20 Jul 2012
Hola:
Hace unos días me encontré en el gimnasio del Club El Nogal con Daniel Picciotto: ambos estábamos tratando de remediar los excesos cometidos durante el fin de semana que acababa de pasar. Como Daniel, fuera de enólogo de profesión, es gourmet por convicción, la conversación nos llevo a restaurantes en general, y de ahí pasamos a discutir los de carnes en particular. Daniel me comentó que frecuentemente, cuando no se le ocurre un lugar que quiera experimentar, termina en la Estancia Chica que en su opinión es uno de los restaurantes de carnes mas confiables de esta omnívora ciudad, opinión que comparto: de otra manera no hubiera sido posible que se mantenga igual de bueno por – según mi memoria – ya cerca de 40 años.
La Estancia Chica (Calle 93-A # 13-B -50, Tels. 1- 623-7082 o 611-5401) está en el mismo sitio desde muchos lustros antes de que inventaran la zona gastronómica del Parque de la 93. En esa época, con el muy recordado y hace años desaparecido Restaurante Eduardo y uno o dos más, eran las únicas opciones para comer que teníamos en el remoto norte de la Avenida Chile. Según Daniel, en la Estancia Chica todo sigue perfecto. Lo único que él cambiaría sería el vinagre: deberían poner uno que esté mas a la altura de las ensaladas y del resto del restaurante.
Yo desde luego le repetí que mis carnes favoritas son las de la parrilla de Lomos que he mencionado algunas veces en mis crónicas (http://cronicasdejaeckel.blogspot.com/ ) pero que – en ese momento me di cuenta - nunca he reseñado. Voy a ponerle remedio a esa falla de inmediato:
El Restaurante Lomos (Carrera 21 # 100-23, Tels.: 1-256-3315 o 218-2450), es un restaurante discreto y modesto, de fácil acceso (esta a pocos metros de la Calle 100), pero algo escondido. Como referencia geográfica generalmente digo "un poquito al sur del primer Hatsuhana". Queda en una casa modesta, de arquitectura neutra, cómodamente adaptada con mesas grandes holgadamente espaciadas entre si. La casa tiene un jardín con prado y matas; si quieres comer al aire libre como tanto se estila ahora, y sin invadir los angostos andenes de la ciudad, lo puedes hacer ahí, lejos de los humeantes buses que cubren de negros, malolientes humos las atestadas vías bogotanas: eso es buenísimo cuando uno va con nietos pequeños e inquietos.
La decoración de Lomos es sencilla: lo único que se destaca es una barra de ensaladas y la gran parrilla en que realizan la magia. En los más de 25 años que la hemos venido frecuentando han pasado por ella varios (pero no muchos) parrilleros y la calidad ha sido siempre la excelente misma.
Tampoco ha cambiado mucho la carta: es variada pero no muy extensa. Cuando vamos, Yarka y yo ni siquiera la miramos: vamos a lo que vamos: a comer el tierno, jugoso Lomo Especial de la Casa ($43.800) que es tan grande que nos lo parten en dos y nos alimenta a ambos. Viene con papas saladas y unos deliciosos bananitos. Para mientras nos traen la comida generalmente pedimos picadas ($12.000) de chinchulines, morcilla, chorizo y papitas criollas. Yarka que prefiere los vegetales al colesterol, va a la Barra de Ensaladas ($ 13.000) que tiene 17 productos diferentes y se los sirve y se los come todos. De dulce también siempre pedimos el mismo: el Postre de la Casa ($ 9.600); es bueno reservarlo desde el principio porque frecuentemente se les acaba.
Claro que en Lomos hay Churrascos, Bifes, Cerdo, Pollo y hasta Pescado. Nuestros compañeros de mesa me los han dejado probar y todos me han parecidos muy buenos, pero no los cambio por el Lomo Especial que para mi es la mejor de carne de Bogotá…. De las muchas carnes que he probado en el mundo, no recuerdo una que me guste más.
La carta de vinos de Lomos es corta y muy adecuada a los platos que ofrecen; la cerveza la tienen a una temperatura racional, algo que no sucede en muchos restaurantes que piensan que la cerveza debe ser tal y como la piden los cariocas bajo el ardiente sol de Ipanema: "estúpidamente helada", lo cual, en nuestro paramo, es una estupidez. El servicio de Lomos es amable, bien informado y tan rápido como la parrilla lo permite.
En resumen, Lomos es un buenísimo modesto restaurante: un sitio para comer bien. En la Escala de Zagat (de 0 = pésimo a 30 = absoluta perfección) lo califico así: Comida: 28; Ambiente: 22, Servicio: 26; Precio: Justo, considerando el tamaño de las porciones. En la Escala de Jaeckel (A: No debí haber ido; B: Fui... y no pasó nada; C: Podría volver...; y D: Está entre mis favoritos) le doy una gran D aclamada: en el ultimo cuarto de siglo, cuando requiero unas buenas dosis de carne (lo cual es frecuentemente porque tanto mis hijos como sus cónyuges son absolutamente carnívoros), acabamos yendo a Lomos.
Un abrazo,
Juan Jorge Jaeckel
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