Hola:
Ya hace algunas semanas que regresamos de nuestro
reciente viaje por Rumania y Bulgaria, pero no he podido empezar esta crónica
porque las Olimpiadas nos ocuparon de tiempo completo, y además porque estoy
lleno de dudas: los dos países son tan desconocidos por nosotros que muchos los
confundimos. Por mas de 8 lustros estuvieron inmersos en la esfera soviética
(en la parte más oscura de la esfera), y prácticamente aislados del mundo, y
como nunca fueron centros realmente importantes de nada, aun hoy no son destinos prioritarios. Escribo
sobre uno? Escribo sobre el otro? Sobre juntos los dos? Y mas complicado
todavía: siendo tan poco conocidos, habrá alguien interesado en leer mi cuento?
Hace unos días decidí que si voy a escribir y voy a
hacerlo, pero no sabía como comenzar. Entonces recordé lo que le oí hace mucho
tiempo a Fernando Londoño Henao (Caracol,
Chaine des Rotisseurs, International Advertising Association ,
Academia Colombiana de Gastronomía, Club El Puente, entre otros) sobre como preparar
una buen discurso: “Lo mas difícil es
encontrar el inicio, por ejemplo: ‘Señoras y señores, nos reunido hoy aquí
para…..’ y de ahí en adelante lo demás ya sigue facilito!” . Aquí va
mi discurso:
Señoras y señores: estoy aquí para narrarles mis
impresiones sobre Rumania y Bulgaria. Decidimos
ir porque no encontramos razón valida para no hacerlo. Y no nos arrepentimos. Lo disfrutamos
muchísimo. Para empezar voy a hacer unos comentarios generales: los dos países, comparten una zona
de los Balcanes que los hace geográficamente similares: ambos dan al Mar Negro,
por ambos pasaron griegos y romanos, ambos pasaron por un medioevo turbulento,
tenebroso y oscuro, ambos fueron explotados por mas de
cinco siglos por el Imperio Otomán y, tras unas pocas décadas de vida
independiente, cayeron en la orbita de la URSS en la cual fueron relegados a un
hoyo negro en la marcha del tiempo. Desde los años 90’s cada uno, a su manera,
esta tratando de recuperar el tiempo perdido e incorporarse al mundo actual.
Bulgaria y Rumania están poblados por etnias muy
diferentes, hablan idiomas totalmente distintos y a pesar de que sufrieron las mismas
dominaciones, sus historias no tienen mucho que ver la una con la otra. Son dos
vecinos que no se conocen, a pesar de que comparten una larga frontera conformada en parte por el rio Danubio: parece que no supieran nadar:
sencillamente no lo cruzan! Un ejemplo: el Dr. Faragas, Bailli de la Chaine des
Rotisseurs rumana, nos orientó sobre que
hacer, que ver, y sobre todo sobre donde comer y donde alojarnos en su país,
pero cuando le pedimos alguna sugerencia para Bulgaria nos confeso que solo
había estado allá por unos pocos días cuando era un muchachito y tampoco
recordó a alguien que si pudiera informarnos.
Que otras ayudas tuvimos para nuestro viaje? Las
mismas de siempre: para iniciar, mucho
estudio de parte de Yarka en guías de viajes que hemos venido coleccionando en
nuestra biblioteca. Nuestra guía preferida?
Frommer’s que mas que datos,
da bien fundamentadas opiniones. Desafortunadamente Frommer’s dista mucho de
cubrir el mundo entero como si lo hace Lonely
Planet, que es muy rica en datos y
que desde hace algún tiempo se ha vuelto amena para leer.
En este viaje nos ayudo muchísimos una guía totalmente
diferente de las demás: se llama In Your Pocket (http://www.inyourpocket.com).
La vimos por primera vez hace unos cuantos años en los países bálticos (originó
en Vilnius, escrita en ingles por un alemán y tres hermanos belgas). Después la
encontramos en Polonia, y se ha popularizado a tal punto que hoy hay guías de
todos los países que estuvieron detrás de la Cortina de Hierro y se esta
extendiendo al resto de Europa: ya en internet hay guías In Your Pocket de 28 países y mas de 120 ciudades. Lo que la hace
diferente es que no publica libros. Aparece en internet y en revistas de
bolsillo mensuales (lo cual mantiene actualizada toda la información,
especialmente la de eventos que las guías en libro difícilmente pueden tener) y
está escrita desde el punto de vista de expatriados residentes en ciudades y
países que conocen, quieren, disfrutan, y que con ocasional humor hasta negro,
describen en forma muy amena y divertida, con la total independencia de sus
anunciantes. Cuando vayas a Europa te recomiendo que la consultes en internet
antes de viajar: posiblemente te de útiles referencias.
Para información practica y concreta sobre Rumania y Bulgaria te
refiero a In Your Pocket. Yo más bien
voy a seguir opinando sobre lo que mas nos llamó la atención. Pero antes unas
líneas sobre los países en si:
Rumania es un país del tamaño de Meta, Caquetá y
Antioquia (para meterle también un poco de montaña) y con algo menos de la
mitad de la población de Colombia. Pero
mejor que describirlo voy a traducir el primer párrafo sobre Rumania que
aparece en la ya mentada guía In Your
Pocket:
“Rumania
es donde termina el mundo occidental y empieza el Este Eslávico: es el último
territorio que incorporo el Imperio Romano, cuando Roma ocupaba lo mejor y mas
desarrollado del mundo, y el primero que abandonó al dominio de los Barbaros.
Tras casi 2000 años Rumania se ha vuelto a incorporar al mundo civilizado, o al
menos a la Unión Europea, otro imperio que surgió de Roma – o al menos del
‘Tratado de Roma’.”
Cuando uno llega a Rumania (escrita ROMAnia en casi todos los
idiomas) nota la seriedad con que los rumanos toman ser descendientes de la
antigua Roma: se autodefinen como una “Isla de Latinidad en un Mar Eslavo” y
son pocas las ciudades en que no vimos una estatua de la loba amamantando a Rómulo y Remo. Eso tiene una
importante consecuencia práctica: si bien uno llega a lo que espera ser un
país extraño, encuentra que entiende
todos los avisos, letreros y textos que encuentra. O mejor, piensa que los
entiende, porque reconoce palabras las más
de las veces terminadas en U (como en
portugués INHO, o en italiano INI). Desafortunadamente, muchas veces la
palabra clave tiene en rumano un significado distinto al que tiene en español. El hecho es que en
Rumania uno se siente mas cómodo de lo esperado, cosa que refuerza el hecho de
que los rumanos jóvenes casi todos han tenido que aprender en el colegio al menos una segunda lengua y que
muchos han escogido el español. Tantos que muy pronto Yarka y yo aprendimos a
no secretearnos en español.
Ese no es el caso de Bulgaria: en el momento en que
cruzas el Danubio entras a un país en que no solo no hablas el idioma, sino que
eres absolutamente analfabeta: no puedes siquiera leer fonéticamente los avisos
porque están escritos en alfabeto cirílico y aunque uno ve letras que piensa
que sabe como suenan, está equivocado porque suenan totalmente distinto. Un
ejemplo: uno frecuentemente encuentra la palabra ресторант, y adivina que
se lee PECTOPAHT. Pero no: suena restorant, y sí, si significa restaurante. Bulgaria
es un país totalmente eslavo y si bien en los sitios que uno frecuenta halla
gente que habla ingles, es mucho mas difícil comunicarse que en Rumania.
Bulgaria, con un territorio de algo menos de la mitad,
y con algo mas de un tercio de la
población de Rumania, es igualmente interesante
y paisajísticamente tan lindo, pero repito: los dos países son totalmente
diferentes.
Ni Bulgaria ni
Rumania son paraísos gastronómicos: nadie los visita para ir a comer.
Eso no quiere decir que no se coma bien: en ambos la cocina regional es el
resultado de la amalgama de estilos que vienen de sus múltiples maromas históricas
que de una manera u otra han influido la ingesta de alimentos: en Rumania hay,
mas que todo, influencia centro europea, la cual en Bulgaria, por quedar mas al
sur, está mesclada con turca y griega. En
ambos países la comida es a base de cocidos, sana, sabrosa, algo pesada,
nada sofisticada y servida en grandes porciones. Si hay algo que destacar yo
diría que en Rumania son el repollo que no falta en ninguna comida (hay 1.001
maneras de prepararlo), y las sopas agrias – muchas con repollo - de las cuales
hay innumerables, tantas como cocineros y por lo general son muy sabrosas. En
Bulgaria lo mas notable son las ensaladas con las que se empieza cada sentada y
que son absolutamente deliciosas - especialmente por los tomates que son casi
tan buenos como los turcos - y los yogures que no son industriales sino hechos
en casa: no por accidente su base son los Bacilos Búlgaros.
En ambos países empiezan a abundar los restaurantes de
“comida internacional”, algunos bastante buenos. El servicio en general tiende
a ser cordial, en muchos casos diría que hasta entusiasta, pero no hay que
esperar mucho en materia de etiqueta y conocimiento de los platos: eso todavía
esta en vía de aprendizaje. Los precios de los restaurantes, comparados con los
de Bogotá, nos parecieron baratos.
En cuanto a vinos, su historia en ambos países se
remonta a tiempos romanos. La calidad de los vinos rumanos que era
universalmente reconocida, durante la era comunistas empezó a decaer. En 1969
sucedió algo sorprendente: Pepsi Cola en su afán de penetrar el inmenso mercado
detrás de la Cortina de Hierro principió a hacer canjes que le permitieron ingresar a esos
mercados. La URSS canjeó Pepsi-Colas por vodka y cascos de barcos. Rumania,
Bulgaria y Yugoslavia hicieron lo mismo pero con vinos. Con enólogos franceses
convirtieron antiguos viñedos en
inmensas granjas colectivas productoras de vinos a granel, no buenos pero si
muy baratos, que Pepsi exportaba y vendían desde dos dólares por botella. Con
la caída de los regímenes comunistas y la restitución de las vinerías, los
vinos han logrado regresar a sus antiguos niveles y en algunos casos superarlos
con creces. De hecho tanto en Rumania como Bulgaria el consumo de vinos esta al
nivel del de sus muy prestigiosas cervezas y la industria vinícola está
prosperando. Rumanía es uno de los 10
mayores exportadores de vinos.
En nuestro viaje pasamos por muchas zonas vinícolas
bien definidas, con Denominación de Origen, y literalmente cientos de viñedos.
Una queda cerca de Tulcea, en el delta que forma el Rio Danubio al desembocar
en el Mar Negro. A la conserje de nuestro hotel le pedimos que nos anunciara en
alguna vinería y nos refirió a la Vinuri
de Macin. No sé que les dijo pero
debió ser muy bueno: cuando llegamos, tras un pequeño tour por la planta y la
cava subterránea donde reposan los vinos, nos llevaron a una gran sala de catas
en la cual nos recibió uno de los dos dueños, el enólogo y el gerente
financiero y procedieron a darnos de probar 11 vinos diferentes, casi todos
varietales de cepas clásicas y algunos
a base de Feteasca, una uva local que da un vino tinto que aun joven tiene
mucho cuerpo, y Feteasca Regala un blanco frutoso con muy marcada nariz. Todo
esto en medio de una animada conversación, acompañada de unos absolutamente deliciosos
trozos de jamón muy, muy graso que a mi modo de ver en una cata larga talvez no
es técnicamente lo mejor, pero si mas
sabroso que el insípido pan y además , según la sabiduría convencional, forra
el estomago para que no absorba mucho alcohol. Algunos de los vinos nos
parecieron excelentes. Desafortunadamente, y a pesar de que la vinería cultiva
cerca de 300 hectáreas propias, la producción
es apenas suficiente para abastecer la demanda regional.





Que donde nos alojamos? En todas partes encontramos hoteles cuanto
menos adecuados. Algunos son de estilo realista socialista, con equipamiento –
y hasta ambiente - de la época, pero como todos los hoteles, están bien atendidos.
Hay tres hoteles en especial que quiero mencionar
porque nos parecieron extraordinarios; El JW
Marriott Bucharest Grand Hotel (Calea
13 Septembrie 90, Tel. +40-21- 403-0000, www.marriott.com/hotels/travel/buhro-jw-marriott-bucharest-grand-hotel
), un inmenso y esplendoroso hotel con todos los lujos, forrado de mármol, en
un edificio que inicialmente iba a ser el Palacio del Pueblo (para atender los
VIPs del Partido), que tiene tarifas de habitación sorprendentemente bajas:
apenas llegan hasta US$ 150 en días de
mucha demanda y en fines de semana bajan hasta US$ 105.

El hotel es esplendido, pero si te vas a alojar allá
quiero hacerte una advertencia: no vayas a aceptar la primera habitación que te
ofrezcan… y talvez tampoco la segunda o la tercera. A pesar de los fastuosos corredores
de todos los pisos, la gran mayoría de los cuartos son menos anchos que los
pasillos. Las tarifas van de US$ 92 en fines de semana hasta US$ 145 entre
semana.
El hotel mas memorable en que estuvimos esta en Varna,
una pequeña ciudad búlgara en la costa del Mar Negro: se llama Grand Hotel London (Ulitsa Musala 3,
Varna, Tel.: +35-9-52 6-641000, www.londonhotel.bg ). Tiene
100 años de historia y excepto por la plomería, las instalaciones eléctricas y
electrónicas, esta minuciosa y rigurosamente
restaurado a su elegancia original. A pesar de que solo tiene unas 50
habitaciones, excepto por piscina y un gran
salón de convenciones, tiene todas las facilidades que uno puede esperar
en un hotel de 5 estrellas. Nos pareció no solo lindo sino amplio, cómodo, con excelente cocina e impecablemente
bien servido. En dos palabras: nos fascinó!
El recorrido por Rumania y Bulgaria lo hicimos en
nuestra forma de transporte favorita: carro alquilado. En Bucarest arrendamos
un Opel Insignia negro de Sixt, la única de las arrendadoras que nos permitió
cruzar fronteras. El carro viene con todos los chiches: con kilometraje
libre, todos los seguros e impuestos nos
costó alrededor de 54 euros por día. Las carreteras en ambos países son buenas,
están bien marcadas, los mapas son detallados y nuestro GPS funcionó
divinamente. A diferencia de las carreteras nuestras, en ellas no existen
huecos. No vimos uno solo. Lo que si escasea son carreteras de doble calzada:
en 2997 kilómetros que recorrimos solo
encontramos un trayecto de cuatro carriles de alguna extensión entre Stara Zagora y
Sofía, 190 kilómetros, aproximadamente.
En ambos países quedan abundantes huellas de las cerca de cinco décadas de
regímenes comunistas. Las cicatrices que más se notan son en la arquitectura:
zonas enteras de ciudades y pueblos están saturadas de fríos e inhóspitos
bloques de masivos edificios del llamado Realismo Socialista. Estos son
especialmente protuberantes en Rumania donde el dictador Nicolae Ceausescu, en su fallido intento de
industrialización relámpago, destruyó cientos de pueblos para
trasladar los campesinos a
bloques de edificios de pequeños apartamentos cercanos a las grandes fabricas
construidas en recién fundadas zonas industriales. De ese inmenso esfuerzo
quedan muchas pequeñas ciudades y
algunos campos con monótonos, escuálidos bloques de edificios de apartamentos y
deprimentes ruinas de fábricas abandonadas.
En Rumania también la estética personal recuerda el pasado: en
las calles uno encuentra mujeres que parecen salidas de los afiches sesenteros
de la rozagante campesina con un atado de trigo en brazos, o de la sonriente
obrera industrial, Héroe de la Revolución, que acaba de cumplir la cuota fijada por el partido. Ambas de la
cintura para abajo lucen un ceñido pantalón de lycra rosada, prenda que compite
en popularidad con los tradicionales jeans descaderados. Los hombres en cambio
parecen salidos de una película: en días fríos se ven como Marlon Brando en On the Waterfront (“Nido de Ratas”). En
días cálidos se ven como Marlo Brando en A
Street Car Named Desire (“Un Tranvía Llamado Deseo”).
En Bulgaria la cosa es distinta: aún para un viejo
como yo es difícil dejar de mirar las esbeltas jovencitas que con gran
desparpajo se menean por las calles:
parece que compraran su ropita de calle en uno de los numerosos Sex Shops de
los cuales, hasta en los pueblos más pequeños, hay al menos dos en cada cuadra.
Rumania y Bulgaria fueron países profundamente religiosos,
probablemente para mantener sus identidades cristianas durante los cinco
siglos que fueron dominadas por el musulmán Imperio Otomán. Ambos países están
sembrados de iglesias, muchas de ellas
en madera profusamente tallada, y de
hermosísimos monasterios.
Los monasterios eran autosuficientes y alrededor de
ellos giraba toda la vida de la población circundante. De hecho los monasterios
dominaban la vida de los vecinos, y muchos de ellos, amurallados, les brindaban
protección. Según la época, fueron construidos en estilos romanesco, barroco,
gótico o cualquier combinación de los anteriores, y están repletos de arte e
historia. Muchísimos están cuidadosamente restaurados y abiertos al público.
Desafortunadamente adolecen del mismo mal de que adolecen nuestros monasterios
boyacenses: una grave escasez de monjes…. y monjas (para ser políticamente correcto). En
ambos países hay que visitar al menos unos cuantos. Para escoger cuales te
refiero a las guías de turismo; pero si vas a ver uno solo, que sea el Monasterio de Rila, un inmenso conjunto
(mas de 8.000 metros cuadrados) que viene desde el Siglo X. Queda a algo mas de
100 kilómetros de Sofía.




El Monasterio de Rila: se
remonta al Siglo X, y sigue en servicio, aunque con menos de una docena de
monjes.
Tanto Bulgaria como Rumanía tienen una gran afición a
la música de todos los géneros. Las orquestas abundan, y hay teatros de Opera y
Ballet no solo en las capitales, sino también en ciudades pequeñas: Nos
sorprendió ver compañías estables con sus propios escenarios y temporadas mas o
menos extensas en ciudades pequeñas como
Brasov (227.000 habitantes) y Constanta 234.000 habitantes) en Rumania y Varna
(334.000 habitantes) y Plovdiv (338.000 habitantes) en Bulgaria. En Bucarest
vimos una magnifica versión de Don Quijote por la Compañía Nacional de Ballet,
y asistimos a un recital en el Atheneum,
una de las mas suntuosas salas de concierto que hemos conocido: es
completamente circular queda encima del
gran hall de entrada y esta dotada de todos los lujos de fines del siglo XIX.
Lo mas interesantes es que fue construida gracias a pequeñas donaciones recogidas entre toda la
población de la ciudad.





El Atheneum de
Bucarest: financiado con donaciones públicas e inaugurado en 1.888 .
Lo cual me lleva al tema de que fue lo que mas nos gustó en estos dos países de los
cuales no sabíamos que esperar. Empecemos con Bucarest (1.678.000 habitantes):
es una ciudad muy verde, de bulevares con muchos arboles, hermosos parques y
una gran cantidad de arquitectura monumental. Hay calles enteras que me
recordaron La Gran Vía de Madrid, con la
diferencia de que no tienen en sus techos las bellísimas (y difíciles de ver)
esculturas alegóricas de principios del Siglo XX porque fueron construidas en el
estilo del Art Deco, en su masiva y solemne versión socialista. Bucarest es una
ciudad muy linda, especialmente al inicio de la primavera, cuando hasta los
arboles están floreciendo.
Bucarest tiene el edificio, después del Pentágono, con
más área construida que existe en el mundo. Es el Palacio del Parlamento, cuya construcción inicio en 1984 el
dictador Ceaușescu con la idea de hacer una especie de Kremlin, pero todo bajo
el mismo techo. Para ubicar esta inmensa obra tumbo buena parte del centro
histórico de la ciudad, incluyendo doce
iglesias, dos sinagogas, tres monasterios y más de 7.000 casas. Esta inmensa
construcción neoclásica – muy ecléctica – de 12 pisos y 340.000 metros
cuadrados de construcción, contiene 1.100 lujosísimos salones, todos diferentes
y alberga el parlamento, muchas oficinas administrativas, y sirve de sede para
convenciones, reuniones, bodas, fiestas y eventos de toda índole. Aun así permanece prácticamente desocupado. El
tour estándar para visitarlo dura algo menos de 3 horas y no logra mostrar sino
una mínima parte. Pero vale la pena hacerlo: lo sorprendente es que a pesar de
todo ese derroche estrafalario de exageraciones, todo es sobrio, muy elegante y
de impecable buen gusto. Y algo más: el proyecto es tan grande que aún hoy
sigue en construcción.





El Palacio del Parmalento: impresionantemente
grande, aún en obra…. y prácticamente vacío
Hay algo en Bucarest con lo que hay que tener sumo
cuidado y son los taxis que son amarillos como los de Bogotá. Hay muchos,
generalmente están en buen estado, tienen taxímetro y cada cual cobra lo que se
le da la gana. Y es legal que lo haga. La única condición es que tenga fijado
en el exterior de la puerta delantera el
cargo que cobra por kilometro recorrido: lo usual es de 1.2 a 1.7 RON (también
llamados lei) por kilometro, equivalentes a US$ 0.30 a US$
0.45, pero los hay de 3.6 RON, 5.20 RON y aun más; reo aparte de la tarifa,
físicamente todos son prácticamente iguales. No faltan los taxistas que “accidentalmente”
tapan el taxímetro con un trapo, los que
lo borran antes de que uno lo alcance a leer, los que siempre lo dejan andando
y los que dicen que está dañado. Si lo pides por teléfono con seguridad que
llega uno de 5.2 RON, a menos que hayas especificado 1.2 RON, el cual probablemente te
dicen que no está disponible.

El Catillo
del Conde Dracula: hay evidencia de que Vlad Tepes ni lo conoció.
Transilvania es una región montañosa, de lindos
paisajes que nada tienen que ver con la horrenda imagen de su nativo mas
famoso. Nosotros pasamos unos días en Brasov, una pequeña ciudad medioeval con
un muy atractivo centro histórico. Desde luego fuimos a ver el famoso Castillo del Conde Drácula en Bran, que
queda a menos de una hora por una linda carretera por colinas con bucólicas
praderas, muchas vacas y aun mas ovejas. Nada que ver con terror. El castillo
tampoco. Lo que es más: no hay evidencia de que el famoso conde siquiera lo
conociera. A pesar de eso, gracias al ingenio de unos promotores, el Castillo
del Conde Drácula es uno de los principales atractivos turístico de Rumania:
hay largas colas que tras pagar 25 RON (US$ 6.50 aproximadamente) esperan
largas horas para entrar.
En la región de Brasov hay mucho mas que ver: en las
cercanas Harman, Prejmer y Feldioara hay
iglesias fortificadas, y también cerca hay un castillo que si hay que visitar:
el Castillo de Peleș construido a
partir de 1873 por el Principe Karl de Hohenzollern-Sigmaringen, el militar
alemán que fue rey de Rumania. El Castillo, situado en un inmenso jardín, es
una combinación de caprichosamente combinados estilos, todos muy germánicos. El
resultado es sorprendentemente lindo. Vale la pena hacer un corto desvío para
conocerlo.




El Castillo de Peles: tan germánico como el
Rey Karl.
La historia de Karl de Hohenzollern-Sigmaringen es muy
interesante. En la década de los 1860s Rumania pasaba por una de sus usuales
turbulencias, pero los políticos y los lideres civiles, en forma muy patriótica
e inusual resolvieron ponerse de acuerdo y buscar un rey para que gobernara su
país. Hicieron una lista de los requisitos para el puesto y - cuan firma de
cazatalentos - salieron a buscar candidatos en las realezas europeas. Así
apareció Karl, quien aceptó el puesto, romanizó su nombre a Caroli I, y resulto
ser un gobernante muy efectivo, que logro
la salida de los otomanes y gobernó en paz y prosperidad hasta su muerte en
1914.
La historia de Caroli I me hace pensar que sería muy
bueno que para resolver la crisis que vivimos, nuestros líderes patrióticamente
se pusieran de acuerdo y salieran a buscar un rey. Sé que en este momento los
candidatos son pocos, pero pienso que la en Casa Grimaldi que desde 1419 ha
dado pruebas de su capacidad de gobernar y generar riqueza, podría estar la
solución. Claro que Albert II esta muy ocupado en Mónaco, pero sus hermanas Caroline y Stéphanie, que tienen exactamente los mismos talentosos
genes, son carismáticas, muy lindas y según la revista Jet Set están próximas a tener vínculos familiares con una miembra
de la seudo-nobleza colombiana. Además están disponibles. Tú me dirás que
tienen fama de ser no muy castas, pero te hago notar que la castidad no es
requisito para ser muy buen gobernante: eso lo han demostrado plenamente Bill
Clinton y François Mitterrand, para mencionar solo dos. Pero estoy divagando….
Algo más que quiero recomendar en Rumania es explorar
el Delta del Rio Danubio, que queda entre Ucrania y Bulgaria. Es un
Danubio muy distinto al Danubio Azul de Johann Strauss, o el Danubio
turbio que cruza Viena, Budapest, o
Belgrado. Es una reserva natural de más
de 4.000 kilómetros cuadrados muy verdes, con caños, ciénagas y lagunas, y una colorida, abundante y variadísima fauna
y flora que se recorre en medio de una asombrosa tranquilidad. Navegarlo en un
soleado día de primavera como el que nos toco a nosotros es una travesía por
una selva mágica. Una buena base para hacerlo es Tulcea.















El Delta del
Rio Danubio: muy distinto al Danubio de Viena es una selva…..
En Bulgaria también hay mucho que ver, pero como hace
rato pasé las 4.000 palabras que son el límite tolerable para estas
crónicas, voy a ser muy breve:
Sofía (1.204.000 habitantes) es una ciudad
arquitectónicamente interesante porque tiene de todo: tiene algo de musulmán con múltiples minaretes que quedan
de los cinco siglos de dominación musulmana, parte de Habsburgo por los lasos
de la familia real con el Imperio Austro-Húngaro, y desde luego medio siglo de
comunismo dejó inmensas y aburridas moles por doquier. Y tiene algunas joyas
que hay que ver. Si uno visita una sola de ellas tiene que ser la monumental Catedral Ortodoxa
construida en memoria de Alexandur Nevski, con todo su dorado esplendor.


La Catedral de
Alexandur Neksi, construida entre 1.904 y 1.912
Aunque sea solo por curiosidad uno debe par por las
playas de Bulgaria sobre el Mar Negro, que fueron famosas por ser el único
hueco de la Cortina de Hierro para el turismo occidental por allá en los años
1970’s, cuando llegaban centro europeos
y hasta británicos en planes de turismo muy baratos y eran totalmente
aislados de los pobladores locales.
Hoy esos 130
kilómetros de doradas playas con 240 días anuales de sol, son una larga serie
de masivos resorts y monótonos edificios de apartamentos, muy populares en los
países vecinos, pero nada que ver con las expectativas de los turistas de
nuestro lado del globo. Sobre esa playa quedan varias ciudades, entre ellas Varna,
Burgas y la antiquísima Nessebar, con 26 siglos de historia, declarada por
Unesco Patrimonio de la Humanidad, pero nada que ver con Cartagena: ni se le
acerca.
Para terminar, dos cosas mas dignas de ver en Bulgaria:
una esta en Veliko Ternova (68.000
habitantes), una pequeña ciudad medioeval
encaramada en unos riscos tan empinados que en comparación hace aparecer
a Manizales en los Llanos Orientales. En un risco al otro lado de un pequeño
rio hay un inmenso fuerte amurallado, Tsarevest, con castillos, templos y pueblo incluidos,
parcialmente conservados y restaurados,
que data del Siglo XII. Con un poco de suerte uno puede disfrutar del
espectáculo de Luz y Sonido que prenden esporádicamente que se puede ver desde
cualquier lugar de la ciudad y preferiblemente desde un salón o el cuarto del
hotel. Es memorable.
La otra está en Plovdiv, la segunda ciudad de
Bulgaria: en la colina donde se inició la ciudad y que hoy es un pintoresco y
hermoso barrio histórico, queda un Teatro Romano que data del Siglo III. Tenía
una capacidad de cerca de 7000 espectadores y buena parte ha sido restaurada al
punto de que en la actualidad, aprovechando su gran capacidad de público y
excelente acústica, se usa para representaciones y conciertos.



El Teatro Romano en Plovdiv: aún hoy presenta dramas, comedias y
conciertos
Aunque me queda mucho que contar, con esto pongo fin a
esta ya larga crónica…. pero no sin dar
crédito a Yarka por todas las fotos que he incluido: son parte de las miles y
miles que tomó, lo cual hizo la selección por una parte lenta, pero por otra un
gran placer. Yarka documentó cada uno de los sitios que visitamos, cada
actividad en que nos metimos….. y casi cada
plato que probamos. Eso es lo que se llama almacenar recuerdos.
Hasta la próxima!
Juan Jorge Jaeckel
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